Un trébol reduce los gases de las vacas y la contaminación del planeta
Redacción. Cada vez que una vaca digiere el pasto que come libera metano, un gas que calienta el planeta 25 veces más que el dióxido de carbono. En regiones como el altiplano cundiboyacense, donde se concentra el 26 % de los predios ganaderos del país, estas emisiones se reducirían gracias a una planta que ya crece en esos mismos campos: el trébol pata de pájaro (Lotus uliginosus), que además de alimentar al ganado contiene en sus hojas compuestos que ayudan a reducir la producción de metano y CO2 sin afectar la salud del animal ni su leche.
Unas pequeñas hojas dentadas de trébol, mezcladas con el pasto kikuyo, tendrían un gran impacto para el destino del clima, ya que este tipo de pasto y otros tallos rastreros es el forraje más común para alimentar a las vacas. Aunque a simple vista nada parece diferente, en el interior de su panza —en esa sofisticada fábrica biológica que es el rumen— ocurre una transformación que disminuiría la huella ambiental de esta actividad.
La razón es que cada bocado de trébol pata de pájaro(Lotus uliginosus) lleva consigo un arsenal bioquímico: taninos condensados, unas moléculas naturales que protegen a la planta de plagas, pero al ser ingeridas por las vacas modulan la fermentación microbiana en el rumen, interfiriendo con las rutas que normalmente producen metano.
¿Qué tienen de especial estos taninos?
Se trata de compuestos que muchas plantas usan como defensa natural. Su sabor amargo y capacidad de unirse a proteínas les permite alterar ciertos procesos digestivos, de forma sutil pero efectiva . En el caso del rumen, los taninos del trébol inhiben la actividad de las arqueas metanógenas (los microbios que fabrican metano) y desvían la fermentación hacia rutas menos contaminantes, sin afectar la salud ni la digestión del animal.
Este fue el resultado de una investigación liderada por Édgar Cárdenas Rocha, doctor en Salud Animal de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien recreó en condiciones controladas de laboratorio lo que pasa dentro del rumen de las vacas usando mezclas de kikuyo, trébol blanco y L. uliginosus.
El investigador hizo el experimento empleando diferentes cantidades de cada una de las plantas y encontró que cuanto más trébol se añadía, menor era la producción de metano. En algunas combinaciones las emisiones se redujeron hasta en un 34 % sin afectar el pH del rumen ni los ácidos grasos que sustentan la energía de la vaca.
Pero esto no fue solo una proeza química. Las vacas alimentadas con estas mezclas no disminuyeron su producción de leche y, en ciertos casos, incluso mostraron una mejor eficiencia digestiva. La magia no era solo que emitían menos, sino que aprovechaban mejor lo que comían.
Los modelos matemáticos aplicados en la investigación del doctor Cárdenas confirmaron que estas reducciones no se daban por casualidad, sino que el patrón de fermentación seguía trayectorias predecibles y estables, y lo más importante: no dependían de aditivos sintéticos ni de tecnologías costosas, sino de una planta que ya crece, tímida pero poderosa, en los campos colombianos.
El experto trabaja en este tema hace décadas y asegura que esta planta la trajo él mismo de Japón hace ya varios años, logrando lo que parecía imposible, que una especie que vivía tan lejos de Colombia ayudara a las vacas de la Sabana de Bogotá.
Relación entre las vacas y el metano
El estómago de las vacas no es un saco cualquiera: es un laboratorio viviente dividido en compartimentos, en los que el más importante se llama rumen. Allí, millones de microorganismos —como si fueran diminutos alquimistas— fermentan el pasto que la vaca come. Este proceso, que convierte la fibra vegetal en nutrientes aprovechables, libera hidrógeno como subproducto.
Para que ese hidrógeno no se acumule y dañe el equilibrio interno, entran en escena las arqueas metanógenas. Estas “fábricas de gas” toman el hidrógeno y el dióxido de carbono y los transforman en metano (CH₄), que la vaca libera principalmente al eructar. Es un ciclo natural, pero con consecuencias ambientales, pues ese gas tiene un poder de calentamiento global 25 veces mayor que el CO₂.
El investigador Cárdenas simuló todo este proceso dentro de un frasco de laboratorio cerrado como una pequeña olla a presión. Recogió líquido ruminal del estómago de las vacas —un jugo lleno de microorganismos—, y lo vertió en los recipientes con pasto molido, a temperatura constante y sin oxígeno, para replicar el ambiente cálido y húmedo del interior bovino.
En el estudio se añadieron diferentes combinaciones de pastos y tréboles, con y sin taninos de Lotus uliginosus, e incluso se usó polietilenglicol (PEG), una sustancia que bloquear los efectos de esos taninos. Así pudieron observar qué combinación generaba menos metano sin perjudicar la digestión ni la producción de energía. Todo sin una sola vaca presente, pero con el rigor de quien quiere cambiar el mundo desde una probeta.
Todo este proceso duró 72 horas con monitoreo permanente con sensores o jeringas especiales que medían y recolectaban los gases los microbios al digerir el pasto, para obtener datos de cantidad, tipo, cambios de acidez y nutrientes producidos.
Estos gases se analizaron en un cromatógrafo, una especie de “nariz electrónica” que separa los componentes del gas y dice exactamente cuánto metano, dióxido de carbono u otros gases se produjeron. Es como oler un perfume y poder decir qué tanto tiene de vainilla, flores o madera. Así los investigadores no solo ven cuánto gas se genera, sino qué tipo de gas, lo que les permite saber si una dieta genera más o menos metano.
Hablar de leche más limpia no significa que sea más blanca, sino de que su impacto ambiental sea menor. Gracias al Lotus uliginosus, las vacas pueden producir la misma cantidad de leche, pero liberando menos metano. Así, cada litro contamina menos y se vuelve más sostenible para el planeta.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estima que la ganadería genera alrededor del 12 % de los gases de efecto invernadero del mundo. De estos, los rumiantes originan cerca del 70 % en su proceso digestivo, entre ellos el metano. Teniendo en cuenta que en el mundo hay más de 1.500 millones de vacas, se convierte en un problema alarmante que necesita de alternativas como las que ofrece el trébol pata de pájaro.