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Redacción.Con tamaños que no superan los 40 cm, cuerpos esbeltos y aperlados, boca pequeña y labios gruesos, estos peces emiten un sonido similar a un ronquido cuando están en peligro, de ahí que han tomado el nombre popular de “peces roncos”.

Los hemúlidos habitan las costas del mar Caribe, desde Florida hasta Brasil, pero su supervivencia está amenazada por la drástica reducción de individuos de sus poblaciones, lo que obedecería a su poco contacto con otras variedades de la especie.

Los peces roncos son valiosos para las comunidades pesqueras locales del Caribe colombiano, ya que por la calidad de su carne forman parte importante de la gastronomía lugareña. Además, por alimentarse de invertebrados y peces pequeños, aportan al equilibrio del ecosistema marino y contribuyen a regular las poblaciones de estas especies y a mantener la salud y estabilidad del entorno marino.

El ronco jeníguaro (Haemulon aurolineatum) suele ser de tonos plateados con rayas marrón o dorado a lo largo del cuerpo, mientras que el ronco atlántico (H. atlanticus)tiene colores más variados, entre grises y plateados con manchas o rayas más oscuras, y prefieren habitar los fondos blancos.

Estas especies presentan el fenómeno de “cuello de botella”, es decir el descenso drástico de los individuos de sus poblaciones, que ocurre cuando una población se reduce proporcionalmente en número, disminuyendo su variabilidad genética y aumentando la probabilidad de que ciertos rasgos genéticos se pierdan o se fijen en la población.

Este declive motivó a un equipo de investigadores a enfocarse en obtener datos de estos peces. El grupo estuvo encabezado por el biólogo marino Arturo Acero Pizarro, profesor de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Caribe, en colaboración con el profesor José Julián Tavera, de la Universidad del Valle.

“Nos enfrentamos a un escenario en el que las especies emblemáticas del Caribe están prácticamente extintas desde el punto de vista comercial, lo cual nos obliga a redirigir nuestros esfuerzos hacia especies que todavía pueden ofrecer información valiosa para su manejo y conservación”, explica el profesor Acero.

Qué muestran los genes

El estudio se basó en el análisis de microsatélites, que son pequeños fragmentos de ADN que no cumplen funciones específicas en la evolución, pero que sí permiten evaluar la variabilidad genética de las poblaciones. Para este trabajo el equipo recolectó pequeñas muestras de aleta pectoral de más de 200 individuos de H. aurolineatum y de H. atlanticus en 6 puntos estratégicos del Caribe continental, desde el golfo de Urabá hasta la isla de Margarita, incluyendo sitios como Capurganá, Barú, Santa Marta y La Guajira.

Las muestras se llevaron al Laboratorio de Ictiología de la Universidad del Valle, en donde se extrajo el ADN con el fin de comparar los perfiles genéticos de los peces e identificar su variabilidad genética y las diferencias entre poblaciones.

“Utilizamos 12 marcadores microsatelitales específicos, evaluamos la variabilidad genética e identificamos patrones de estructuración poblacional mediante programas avanzados como Structure y Arlequin”, comenta el profesor Acero.

Los datos obtenidos permitieron identificar tres poblaciones genéticas en H. aurolineatum: una predominante en Capurganá y Santa Marta, con 72 individuos, otra en el golfo de Morrosquillo, con 28, y una tercera en la isla de Margarita, con 27 individuos. En el caso de H. atlanticus se determinaron dos poblaciones principales: una con 49 ejemplares localizada en Capurganá y Barú, y otra con 57 individuos en Santa Marta y La Guajira.

“En la isla de Margarita encontramos múltiples individuos con ascendencia mixta, lo que sugiere un intercambio genético moderado entre ciertas localidades”, explica Melissa Scheel, estudiante de la Maestría en Biología Marina de la UNAL Sede Caribe.

Mosaico genético en el Caribe

A través de este trabajo también se establecieron patrones de variabilidad genética; por ejemplo, las poblaciones de H. aurolineatum –relacionadas con hábitats arrecifales– mostraron mayor diferenciación genética debido a la fragmentación de su hábitat, ya que los arrecifes son escasos y están dispersos en el Caribe colombiano.

“La fragmentación aumenta las probabilidades de endogamia (cruzamiento entre individuos de una población) y reduce el tamaño efectivo de las poblaciones, lo que las hace más vulnerables a factores externos como la pesca excesiva y el cambio climático”, explica el profesor Acero.

En la diversidad genética –que muestra el contacto entre poblaciones de peces– la etapa larval es clave para entender su dispersión. En el ciclo de vida de ciertos organismos marinos esta etapa se refiere al momento en que las larvas están en la columna del agua, separadas del fondo marino, y medianamente a merced de las corrientes marinas; a esto último se le atribuye su capacidad para desplazarse a grandes distancias, facilitando su dispersión y el intercambio genético entre diferentes poblaciones.

Se ha observado que la etapa larval de estos peces es corta (2-3 semanas), lo cual estaría limitando el intercambio genético entre poblaciones lejanas.

Pero curiosamente H. atlanticus, que suele habitar fondos areno-fangosos más extensos y homogéneos, presenta una mayor conectividad genética entre sus poblaciones, y esto tiene una razón: resulta que sus larvas tienen mayor probabilidad de dispersarse ampliamente durante su fase pelágica, y eso facilita el flujo genético entre diferentes áreas.

“Los datos no solo confirman nuestras hipótesis sobre la estructura genética de las especies, sino que además nos dan indicios de la urgente necesidad de desarrollar estrategias de conservación adaptadas específicamente a cada especie”, explica el profesor Acero.

Actualmente la estudiante Scheel –integrante del equipo UNAL-UniValle– trabaja en conjunto con la Universidad de California (San Diego, EE. UU.) para evaluar estos procesos de diferenciación genética a mayor escala a lo largo de todo el Atlántico occidental, desde Bermudas hasta Brasil, usando información adicional del genoma obtenida durante el estudio.

Los próximos esfuerzos del equipo se enfocarán en investigar los factores adicionales que influyen en la estructura genética, como la alimentación y los patrones de reclutamiento larval. “Queremos entender cómo la diferenciación genética entre poblaciones afecta las dinámicas ecológicas locales, como la disponibilidad de alimento y los sitios de desove”, concluye el profesor Acero.

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