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Foto portada: Schneyder Mendoza /AFP

Bogotá. El análisis de los datos registrados en las estaciones de monitoreo de los municipios de La Jagua de Ibirico, El paso, Becerril, Codazzi y Chiriguaná mostró que la contaminación del aire provocada por la actividad minera a cielo abierto alcanza valores preocupantes, especialmente en la temporada seca, que se da entre febrero y marzo. Aunque según la normativa nacional el límite diario para partículas de 10 micras es de 75 µg/m³, en febrero de 2020 se superaron los 80 µg/m³, lo cual pone en riesgo la salud de las personas que habitan estas zonas.

El investigador José Luis Rodríguez Castilla, magíster en Meteorología de la Universidad Nacional de Colombia (Unal), explica que “la influencia de los vientos del noreste y del este, que se intensifican durante los meses secos, en los que no hay tantas lluvias y la atmósfera tiende a ser estable, propicia que el material particulado permanezca hasta 7 horas en una misma zona moviéndose lentamente, lo que aumenta el riesgo de contacto con las personas que viven cerca de las minas”.

Por ejemplo, centros poblados como La Loma o La Jagua de Ibirico, que suman alrededor de 80.000 personas, pueden estar ubicados a menos de 1 km de las minas a cielo abierto, que son espacios sin techo donde los minerales o piedras preciosas se extraen desde la superficie sin necesidad de túneles subterráneos. Se trata de grandes cráteres en los que máquinas y camiones remueven capas de suelo y roca hasta encontrar carbón.

La minería de carbón en Cesar ocupa un área aproximada de 2.423,5 km2. En 2020 el 70 % del carbón exportado del país se produjo en ese departamento, con cantidades entre 2019 y 2020 que iban desde los 34,6 hasta los 52 millones de toneladas.

Se debe recordar que el material particulado son pequeñas partículas invisibles que, al ser inhaladas, dañan los pulmones y pueden causar asma, bronquitis y neumonía. Los tamaños más peligrosos son 2,5 y 10 micras, más pequeñas que el grosor de un cabello humano. Dependiendo de donde provengan tienen composiciones diferentes: pueden desprenderse tanto de fragmentos diminutos de roca, arena o arcilla, cenizas y hollín, como de metales pesados como plomo o cadmio, o de la combustión de un automóvil que desprende dióxido de azufre u óxidos de nitrógeno.

Los tamaños más conocidos son: 2,5 micras (tamaño similar al humo y el hollín), posiblemente el más peligroso, pues es capaz de penetrar profundamente en los pulmones y el torrente sanguíneo; y 10 micras (tamaño similar al polvo y polen), que irrita la nariz y la garganta de quien lo respira.

En 2013, una investigación realizada entre la Unal y la Universidad de los Andes, en la que participaron 1.627 niños residentes de los municipios de Becerril, Agustín Codazzi, La Jagua de Ibirico, Chiriguaná y El Paso, determinó que el 3,85 % de ellos padecía alguna enfermedad respiratoria, como asma, fibrilancias o tos. Dentro del estudio se tuvo en cuenta la exposición a carbón por: cercanía a la mina –la dispersión del tiempo del carbón, el transporte de vehículos pesados–, por acumulación de carbón, y por exposiciones, como por ejemplo el hecho de que las personas cocinen con este material en sus hogares.

Rutas por donde se mueve la nube de contaminación

En su investigación, el magíster identificó tres rutas principales por las que estos vientos transportan el material particulado por el Cesar: la primera recorre la zona minera de este a oeste, cruzando la Serranía del Perijá y afectando especialmente a La Jagua de Ibirico. La segunda se genera desde la depresión Momposina y la ciénaga de Zapatosa, atravesando la zona minera de suroeste a noreste, y la tercera se origina en el noreste, desplazándose hacia el sureste desde el norte del valle del río Cesar y la Sierra Nevada de Santa Marta.

José Luis Rodríguez Castilla, magíster en Meteorología de la Universidad Nacional de Colombia.

En el periodo de este estudio se presentó un curioso fenómeno que involucra los polvos que vienen desde el desierto del Sahara, en África, los cuales cruzan el océano Atlántico transportando material particulado de 2,5 y 10 micras con los vientos alisios y aumentando la concentración en estos municipios.

“Las mayores emisiones de material particulado en la minería de carbón ocurren durante las voladuras para extraer el mineral, que se realizan al mediodía, cuando la capa límite planetaria alcanza su mayor altura. Por la noche esta capa disminuye, y dependiendo del viento y de la estabilidad atmosférica, las partículas pueden permanecer suspendidas durante varias horas, afectando la calidad del aire en la zona”, señala el magíster.

En el estudio se analizaron variables como temperatura, humedad relativa, velocidad y dirección del viento, y el modelo de simulación atmosférica WRF (Weather Research and Forecasting), que es gratuito y de acceso público y que permitió evaluar el comportamiento de los datos de las estaciones de monitoreo en julio (mes de transición) y octubre (mes lluvioso) de 2019, y febrero (mes seco) de 2020​.

El investigador señala que, aunque las minas tienen protocolos para controlar el polvo, estos resultan insuficientes, ya que el viento y la falta de lluvias mantienen la acumulación. Además, se requiere mayor presencia estatal, pues las recomendaciones y advertencias no han reducido el problema en el Cesar.

El trabajo del magíster Rodríguez evidencia un problema latente, pues en 2023 el Tribunal Administrativo de Cundinamarca confirmó la Resolución que les exige a las mineras del Cesar reubicar a las familias de las veredas Boquerón, Plan Bonito y El Hatillo, por la contaminación atmosférica que puso en riesgo la salud de estas personas.

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