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Bogotá. El informe ‘La situación de las mujeres en los sistemas agroalimentarios’ de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estima que avanzar en la igualdad de género en la agricultura eliminaría el hambre de 45 millones de personas. En este propósito se refleja el potencial de las mujeres rurales para impulsar el desarrollo agrícola, la mejora de la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza, basados en su desarrollo productivo. Actualmente, en Colombia más de 5,9 millones de mujeres, asegura el Dane, habitan en las zonas rurales del país.

Y, justamente, en el marco del Día Internacional de la Mujer Rural, que se conmemora cada 15 de octubre, las Naciones Unidas hacen un llamado a buscar caminos para mejorar los ingresos de ellas (que representan un tercio de la población global) y su acceso a temas como créditos productivos, educación, asistencia técnica, entre otras necesidades.

En ese contexto, Bancamía, entidad de la Fundación Microfinanzas Bbva, avanza para facilitar a las mujeres rurales herramientas financieras y no financieras con el propósito de acompañarlas en el proceso de fortalecer sus emprendimientos, de contribuir al cierre de brechas que enfrentan en el campo (como la conectividad, el acceso a productos y servicios como créditos, cuentas de ahorro y seguros, procesos de educación financiera, tecnológica y de habilidades de empoderamiento), y de aprovechar la digitalización para ir rompiendo barreras que limitan su crecimiento.

Apoyo para microemprearias

De esta forma, Bancamía atiende a más de 271.000 mujeres que viven en zonas rurales, en el 100% de los departamentos del país, quienes acceden a productos financieros de la entidad. De ellas, el 29% son jefes de hogar y representan el 47% de los clientes que tiene la entidad en el campo colombiano.

El banco apoya a más de 49.700 microempresarias de zonas rurales que se dedican principalmente a la cría de ganado y aves de corral, al cultivo de café, a la atención de pequeños comercios (como tiendas) y actividades de explotación mixta.

“Para las mujeres rurales, en el banco hemos trabajado diferentes programas de inclusión y educación financiera, fortalecimiento empresarial y modelos de apropiación digital, como Empropaz (Emprendimientos Productivos para la Paz) y Ruta Findeq (Finanzas Digitales para la Equidad), en alianza con Usaid, logrando impactar positivamente municipios Pdet afectados por la violencia y la pobreza. Además, hemos potenciado un portafolio de microseguros que se comercializan por aseguradoras aliadas a través de nuestra red y que son exclusivos para ellas (como Mi Maternidad Protegida, bolso protegido, salud y enfermedades graves). Estos se complementan con pólizas con cobertura para afectaciones por riesgo climático para proteger sus cultivos y actividades pecuarias”, explica Viviana Araque Mendoza, presidenta de Bancamía.

La presidenta agregó que “todo esto pensando en fortalecer sus negocios, mejorar sus habilidades tanto financieras como productivas y personales en un contexto clave de sostenibilidad ambiental que les permita vivir de la tierra, generando equilibrio productivo y crecimiento económico”.

Ejemplo de un modelo de inclusión y fortalecimiento productivo es Sonia Evangelista Medina, una mujer agricultora y artesana originaria de Inírida (Guainía), en la Amazonía colombiana, quien por décadas ha hecho de la selva su hogar, además, de su microempresa que aporta a la sostenibilidad alimentaria de su territorio.

Y es en la comunidad de Sabanitas donde, junto a su esposo, se ha dedicado a trabajar y a emprender para salir adelante con sus hijos. En esas tierras, esta mujer rural encontró la forma de comenzar a cultivar productos como piñas, ají, yuca dulce y yuca amarga para comercializarlos, no solo en Inírida, sino en poblaciones vecinas a través de los ríos cercanos.

A medida que la comercialización de estos productos fue creciendo, Sonia entendió que debía contar con recursos que le permitieran invertir más en sus plantaciones. Y, en el municipio de Inírida, encontró el acompañamiento de Bancamía para obtener su primer préstamo: “Allí me abrieron historia, llené requisitos y me dijeron que sí a un crédito”, relata.

Tiempo después, el banco le otorgó un segundo préstamo que le permitió sembrar más piña y yuca. “Además, estoy trabajando con el ají (tengo 3.000 plantas). Me gustaría sembrar este año plátano, otros productos y comprar animales para tener abonos”, cuenta Sonia quien con sus manos no solo labra la tierra, sino que hace artesanías que son reflejo de conocimientos transmitidos a lo largo de muchas generaciones de su cultura indígena.

Después de sus jornadas en los cultivos, se dedica a fabricar vasijas y ollas en barro, a tejer canastos y otras artesanías con bejucos y hojas y, también, a construir fogones de barro que -por lancha- llegan a diferentes partes de las selvas del Guaviare.

Y aunque sabe que existen temporadas en las que las ventas de sus productos no son tan fáciles, Sonia está acostumbrada a buscar salidas ingeniosas y llenas de optimismo para garantizar el sustento diario. Y, concluye: “tener una relación de confianza y cercanía con el banco me ha permitido trabajar y buscar nuevos caminos para seguir progresando y beneficiando a mi comunidad”.

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