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Oscar Melendres Garcés

El año inmediatamente anterior fue un año completamente vertiginoso para los colombianos. No es necesario adentrarse en muchos detalles para tener la claridad absoluta de que a partir del 7 de agosto de 2022 empezó la implementación de un nuevo modelo de gobierno en el país. Un modelo de gobierno que fue respaldado por más de 11 millones de ciudadanos mediante el ejercicio del voto popular.

Sabemos y entendemos que se vendrán muchos cambios estructurales para la sociedad colombiana. Una serie de reformas se ha anunciado por parte del presidente y otras ya hacen tránsito por el Congreso de la República buscando su aprobación, la cual muy seguramente se dará debido a que el órgano legislativo en su mayoría respalda las iniciativas del ejecutivo.

Por encima de todas esas iniciativas, cambios y reformas hay temas que necesariamente se deben pensar desde lo local y por decirlo de otra manera nuestras comunidades deben prepararse para de manera responsable para que las novedades que se presenten no representen afectaciones trascendentales. Es aquí donde de manera obligada las administraciones municipales se verán obligadas a ser protagonistas de primer nivel. Deberán ser los nuevos gobernantes de los municipios, sobre todo los de sexta categoría, quienes afrontarán esa fase de transición que se avecina.

Una de las premisas es que las comunidades deben ser pensadas en la producción agropecuaria, independientemente del tamaño de estas.

Es preciso entonces tener claridad diametral y plantear posibilidades para que nuestras comunidades asimilen de la mejor manera, en la práctica esa serie de nuevas realidades. No es que piense que los cambios que se vienen sean malos, es el entender que todo cambio genera traumas, las nuevas formas sacan al individuo de su zona de confort.

Indudablemente una de las premisas en las que creo de manera categórica es que nuestras comunidades deben ser pensadas en la producción agropecuaria. El campo tiene las condiciones para que generemos la seguridad alimentaria de nuestra gente y para que podamos a partir de allí impulsar el desarrollo económico de nuestras veredas y corregimientos. Esta afirmación necesariamente tiene que ser coordinada con organismos sociales y el más idóneo para este caso es la Acción Comunal.

Una parte del territorio de Buenavista acaba de ser escenario del paro de la Mojana. Seis días de bloqueos a la altura del corregimiento de Puerto Córdoba fueron suficientes para que en el 80% de nuestro territorio se comenzaran a sentir los estragos del desabastecimiento de algunos productos alimenticios. Un bloqueo de pocos días que dejó al descubierto la fragilidad que vive este ente territorial en torno a la producción de alimentos y entonces aplicando la premisa de extraer lo poco bueno que traiga lo malo ineludiblemente tenemos que pensar en que Buenavista no está garantizando la seguridad alimentaria de sus habitantes.

El mensaje de todo este discurso se centra en la necesidad que tenemos de robustecer nuestra economía local y apuntarle al desarrollo económico pero esas acciones deben pasar por el objetivo principal que es garantizar la seguridad alimentaria para periodos de tiempo más amplios por si alguna contingencia se presenta en el futuro.

Al final, lo que se busca es que todos tengan con qué prepararse una comida que satisfaga los requerimientos nutricionales de niños y adultos.

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