El maíz importado hoy sale más caro que el producido aquí
Montería. Colombia y los colombianos tienen que dejar de pensar que lo que viene de afuera es mejor que lo nuestro. Esa no es la lógica que debe seguir imperando en la mente de los colombianos sobre todo en la industria de balanceados que por muchos años por ‘debajearon’ la producción de maíz amarillo nacional por la importada de Estados Unidos.
En Córdoba los grandes productores llevan recogido como el 10 % del área sembrada, a finales de este mes y principios de septiembre se estará recogiendo el resto del área cultivada.
A propósito de lo que está sucediendo con el maíz importado, que resulta más caro que el maíz local, retomamos el escrito del gerente general de Fenalce, Henry Vanegas Angarita, quien en este reafirma lo que hace más de un mes manifestó al portal En Nuestro Campo, sobre el comportamiento de los precios del maíz este año y en años venideros.
A continuación el escrito que nos remitió el gerente general de Fenalce:
Los mercados son cambiantes y toda crisis supone una gran oportunidad. Los preceptos con los que se gestó la apertura económica del 91 y la política comercial de los últimos treinta años a hoy, para adquirir materias primas más baratas en el mercado internacional hizo crisis, porque a partir de mediados del 2020 esa situación cambió.
La pandemia del Covid 19 nos enseña que ante las crisis debemos tomar decisiones con racionalidad, datos, hechos económicos, conocimiento y sin subjetividad. Con esa preocupación aún latente a nivel global y la urgencia en reactivar las grandes economías, condujo a un escenario internacional de precios altos de los commodities agrícolas como el maíz y la soya, que puede durar 3 a 4 años o incluso más, lapso que es preciso aprovechar si es que queremos algún día tener seguridad y soberanía alimentaria, reactivando el agro, implementando encadenamientos productivos agro-ganaderos, un suministro más estable de comida, que genere empleo para ayudar a reconstruir el campo y a dinamizar nuestra maltrecha economía y la paz social.
La gran demanda de alimentos elevó los precios en la Bolsa de Chicago y en los mercados a futuro se mantiene la cotización del maíz por encima de 220 dólares la tonelada y la soya más del doble. Partiendo de esos precios, con la tasa de cambio actual, arranca a 880.000 pesos la tonelada puesta allá en Chicago. Pero la necesitamos es acá, hay que traerla, nacionalizarla y ponerla en la puerta de la fábrica, que esté disponible para el consumo y es allí donde debemos evaluar su competitividad.

Henry Vanegas Angarita, gerente general de Fenalce.
La subida del precio del barril del petróleo encareció los fletes, tanto fluviales (del cinturón maicero al golfo de México), como marítimos (de FOB Golfo hasta Puerto Colombiano CIF) y el transporte terrestre del puerto hasta la fábrica de alimentos balanceados o al sitio de consumo. Cada transecto cuesta alrededor de 30 dólares por lo cual esos gastos de logística y portuarios acumulados alcanzan los 90 a 100 dólares por tonelada, equivalente a 360.000 a 400.000 pesos adicionales, sin contabilizar mermas, coberturas, opciones o instrumentos de manejo del riesgo, sobrecostos por demoras ni contratiempo alguno. Así las cosas, la tonelada de maíz importado sale grosso modo en un millón trescientos mil pesos (COP$1’300.000 /tonelada puesta aquí).
Un análisis comparativo de los hechos económicos suscitados antes y después de la pandemia nos lleva a la conclusión que el mercado internacional cambió: hoy hay una mayor demanda mundial por comida y para el caso del maíz y la soya se tiene un precio alto desde el origen con marcada tendencia alcista porque cada día más zonas agrícolas del mundo se resienten por el influjo del cambio climático, los inventarios de estos commodities están en su nivel histórico más bajo y van a tardar en recuperarse más ahora cuando tienen que atender el nivel de consumo creciente que exige la reactivación simultánea de todos los países a nivel global, y cuando a nivel interno, el petróleo y el dólar permanecen altos favoreciendo aún más la producción local.
Al ser Colombia un país tomador de precio, dependiente de esas materias primas agrícolas para su producción pecuaria, ésta debe asumir un alto costo desde el origen y no hay como influenciar ni depende de nosotros el que estos granos básicos bajen de precio. Por el contrario, cada vez vamos a estar demandando más maíz y más soya para atender la demanda interna de alimentos balanceados para la producción de pollo, huevo, cerdo, pescado, leche, carne y alimento para las mascotas, además del consumo humano y otros usos industriales.
Esta oportunidad de mercado y de crecer al 6% que se abre para el maíz colombiano se ha venido consolidando poco a poco, demostrándose que el maíz duro cristalino Flint que produce este país es de una mejor calidad que el maíz dentado que se importa; las productividades alcanzadas con maíz tecnificado en zonas con ventajas comparativas y buena oferta ambiental (8 a 10 toneladas por hectárea) y las características de textura, sanidad e inocuidad y frescura de un maíz nacional que es apetecido por el consumo humano, al punto que la industria pecuaria podría mejorar aún más sus altos índices de productividad si incorporara el maíz local en sus preparaciones tal como lo demuestra la experiencia de Fazenda produciendo carne de cerdo con alta calidad competitiva desde Llano adentro; pero se hace necesario que todos los actores de la cadena reconozcan que este mercado local sigue siendo funcional y que no se requiere imponer las condiciones de negociación de otras latitudes. Además, al ser este un país de regiones, las zonas productoras de maíz y de soya o de arroz que roten con estos cultivares entre más alejadas de los Puertos van a tener una mayor ventaja comparativa frente al importado, lo cual torna más atractivo el precio a competir con el importado en la puerta de la fábrica y los centros de consumo regionales.
Todo indica que los factores que contribuyen a la formación del precio del maíz en el mercado interno están y van a seguir alineados con una tendencia sostenida al alza (Precio internacional, fletes y precio del dólar) y al no depender de una sola variable es garantía de estabilidad en el mediano plazo y permite augurar precios altos para el maíz y la soya de producción local no solo en esta sino en las cosechas venideras. Hoy se tienen mapeadas zonas con altas productividades, hay una buena oferta de semilla (aquí participan las grandes semilleras del mundo), buenas prácticas de cultivo y agricultores que han ganado experticia en producción empresarial tecnificada, con lo cual rápidamente estos cultivares pueden contribuir a la reactivación de nuestra maltrecha economía personal, familiar, local, regional y nacional tan deteriorada a consecuencia de la pandemia.
Una realidad que va a seguir sintiendo el sector pecuario y el consumidor. Ya a finales del primer trimestre del 2021 el Dane advirtió que hoy son 2,4 millones de hogares colombianos que ingieren menos de tres porciones diarias de alimentos, que en el país 2,2 millones de familias comen dos veces al día, 179.174 hogares se alimentan solo una vez y 23.701 hogares a veces no tienen un plato diario y esta cruda realidad social tan cercana encienda las alarmas.
Colombia debe afianzar su capacidad productiva e incursionar decididamente en la apuesta por la producción local de cultivos agroalimenticios de ciclo corto para una demanda insatisfecha que jalona al 6% anual, en vez de seguir cultivando la ilusión de que ojalá sea otra situación coyuntural, resistiéndonos a aceptar la cambiante situación del mercado, al punto que importar ya no es la única salida porque el maíz importado ya no es competitivo ni por precios, ni por calidad ni por sanidad. Preocupa que sigamos aferrados a que el escenario de la internalización de la economía va a seguir siendo invariable e imparable, que no puede haber espacio para una sustitución competitiva de importaciones y con esa actitud estamos dejando pasar esta oportunidad que tenemos como país para decidirnos a invertir, generar riqueza y empleo al crecer con la producción de cultivos agroalimenticios de ciclo corto (maíz fuente de calorías y soya de proteína), fortalecer capacidades de autoabastecimiento con nuestra producción y productividad agrícola hasta lograr productos diferenciados en los encadenamientos pecuarios, agroindustrial y de consumo humano.