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Redacción. Mientras en las playas de Bocagrande (Tumaco), cuando el oleaje es más intenso, los manglares prosperan, en el Parque Nacional Manglares de Old Point (San Andrés) ocurre lo contrario: la potencia de las olas los deteriora, debilitándolos con el tiempo. Así se evidenció luego del análisis de imágenes satelitales y datos sobre oleaje y caudal en estas regiones, un enfoque novedoso ya que considera a estos ecosistemas como indicadores de la erosión costera.

La erosión costera es un fenómeno natural generado por el oleaje, el viento, las corrientes oceánicas y las mareas. Sin embargo, según la investigadora Johanna Paola Echeverry Hernández, magíster en Biología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), la actividad humana acelera este proceso, convirtiéndolo en un problema no solo para los ecosistemas sino también para las comunidades que habitan las zonas costeras.

Este fenómeno afecta a diversas regiones del país. Datos del Observatorio Ambiental de Cartagena de Indias —una ciudad que la experta ya había estudiado en relación con la erosión costera— indican que “La Heroica” enfrenta un alto riesgo debido al aumento del nivel del mar, las lluvias torrenciales y otros factores que propician la erosión y las inundaciones.

Investigaciones de las Universidades de los Andes y EAFIT advierten que para 2040 el nivel del mar en Cartagena se incrementaría entre 15 y 20 cm, poniendo en peligro al menos al 80 % de los barrios de la ciudad.

Este problema no es exclusivo de Colombia. Según un artículo publicado en la revista Nature Climate Change, en las próximas tres décadas el mar avanzará unos 100 m sobre las playas del mundo, con América Latina entre las regiones más afectadas; particularmente Chile, Argentina y México serían los países más vulnerables.

Dado que se estima que el 40 % de la erosión costera es prevenible, la investigación de la magíster Echeverry cobra especial relevancia, ya que en su estudio comparó el comportamiento de los manglares de San Andrés, donde se encuentran dentro de un área protegida, y en Tumaco, donde la madera de estos ecosistemas es aprovechada con fines comerciales.

Estos bosques de árboles y arbustos, además de servir como barreras naturales contra la erosión, cumplen funciones ecológicas esenciales: capturan y almacenan carbono, y albergan una gran diversidad de especies marinas, como peces y moluscos.

Del satélite al detalle

Para su análisis la investigadora utilizó imágenes satelitales de acceso público y gratuito, como las de PlanetScope y Rapideye, del periodo 2010-2023. Estas herramientas le permitieron obtener una visión detallada de la cobertura vegetal en el Caribe y el Pacífico colombianos, con especial énfasis en los manglares.

Además recurrió a los datos del programa Climate Data Store Copernicus de la Unión Europea —dedicado al monitoreo ambiental del planeta— para evaluar variables como temperatura y oleaje. También utilizó imágenes de la NASA y registros del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) sobre el impacto del fenómeno de El Niño en estas zonas.

El análisis de estas variables, realizado a través de un software especializado en geografía y estadística, reveló hallazgos significativos. En primer lugar, los manglares no responden de la misma manera a la erosión en todo el país, lo que cuestiona las estrategias de conservación que los abordan como ecosistemas homogéneos.

Por ejemplo en Bocagrande (Tumaco), cuando el oleaje es más intenso, los manglares prosperan. La fuerza del mar contribuye a la acumulación de sedimentos permitiendo la expansión de estos ecosistemas y evitando la progresión de la erosión, mientras en San Andrés ocurre lo contrario: la intensidad de las olas deteriora los manglares, debilitándolos con el tiempo.

Otro factor determinante es la temperatura. Durante los eventos de El Niño —que elevan la temperatura del agua— los manglares de Tumaco no logran resistir y mueren, mientras que los de San Andrés se ven favorecidos y prosperan. En cambio, con el fenómeno de La Niña ocurre lo opuesto.

El estudio también evidenció la importancia del caudal de ríos y mares en estos procesos: mientras en Tumaco un mayor volumen de agua ayuda a los manglares a procesar y aprovechar los sedimentos, en San Andrés esta dinámica es diferente, ya que la Isla carece de ríos que alimenten sus costas con estos materiales.

La investigación aporta un nuevo enfoque para entender la erosión costera, al demostrar que los manglares pueden ser indicadores importantes de estos procesos. Sin embargo, su respuesta a los cambios ambientales varía según la región, lo que resalta la necesidad de diseñar estrategias de conservación adaptadas a las particularidades de cada ecosistema.

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