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Santiago de Chile. Las Mesas Técnicas Agroclimáticas en Colombia son una de las siete experiencias exitosas que la FAO mostró de cómo se puede transformar la agricultura, haciéndola sostenible sin perder productividad y rentabilidad.

Una agricultura próspera, inclusiva, sostenible, baja en emisiones y resiliente al cambio climático es posible en América Latina y el Caribe, y lograrla es imperativo para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y dar cumplimiento al Acuerdo de París. Resulta esencial, por tanto, identificar caminos para avanzar hacia una transformación en la manera en que se producen los alimentos.

La crisis por el COVID-19 provocará la peor recesión en un siglo en América Latina y el Caribe, aumentando los niveles de hambre y pobreza en la región. Esto multiplicará los desafíos para el sector agrícola.

La recuperación de las economías requerirá grandes inversiones tanto de los Estados como del sector privado. Pero ¿cómo se harán esas inversiones? Los recursos disponibles serán limitados y los desafíos innumerables.

Una opción es priorizar políticas “ganar-ganar”, que permitan avanzar simultáneamente en las agendas socioeconómica, ambiental y climática. Se necesitarán propuestas de inversión que tengan un fuerte efecto de reconstrucción en el corto plazo, a la vez que sean eficaces en la consecución de los objetivos climáticos y ambientales.

Recientemente la  Oficina de FAO para América Latina y el Caribe, Hacia una agricultura sostenible y resiliente en América Latina y el Caribe presentó el documento donde se analizaron siete  trayectorias de transformación exitosas.

A través del estudio de siete experiencias exitosas de producción sostenible y resiliente en América Latina y el Caribe, se muestra que existen opciones que permiten una transformación de la agricultura en la región, que no afectan la productividad ni la rentabilidad, y que, por el contrario, en muchos casos expanden las oportunidades de desarrollo económico y social.

 ¿Qué significa una agricultura sostenible y resiliente?

Significa una producción agrícola, pesquera, ganadera y forestal que integre la biodiversidad, mantenga e incluso amplíe la provisión de servicios ecosistémicos, disminuya las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), se adapte al cambio climático y prevenga y gestione el riesgo de desastres. Todo esto, con el objetivo de proveer a largo plazo alimentos suficientes y saludables, aumentar la resiliencia de los agricultores y conservar el capital natural para las futuras generaciones.

¿Cuáles son los beneficios de avanzar hacia una agricultura más sostenible y resiliente?

Esta publicación analiza 7 Iniciativas que fueron originalmente diseñadas y financiadas con el objetivo de reducir el impacto de la agricultura en los recursos naturales y el cambio climático, pero que generan también múltiples beneficios económicos y sociales aportados

En términos económicos, generaron beneficios debido a mejoras en eficiencia productiva, pero también por el desarrollo de nuevas fuentes de ingresos; mediante iniciativas como la certificación de la producción, que permite acceso a mercados más exigentes.

Los cambios en la manera de hacer agricultura pueden aumentar los rendimientos y los ingresos de los productores, mejorar la eficiencia en costos y reducir los daños económicos de los impactos de la degradación ambiental y del cambio climático.

En relación con lo social, el análisis de los casos puso en evidencia múltiples beneficios en términos de desarrollo de conocimientos y de capacidades organizacionales, de emprendimiento, así como el fortalecimiento del tejido social, generación de empleo, y oportunidades para muchas mujeres vinculadas a proyectos de agricultura familiar campesina.

En cuanto a los beneficios ambientales, estos generalmente estuvieron ligados a una mayor provisión de servicios ecosistémicos, como mayor disponibilidad de agua, control de la erosión, y mejor salud ambiental.

Otro punto central del análisis realizado en esta publicación fue que iniciativas que no tienen objetivos específicos ligados a la resiliencia, igualmente la fortalecen: esto porque el nivel de riesgo que enfrentan los productores y productoras está vinculado a una combinación de factores económicos, productivos, ambientales, climáticos y sociales.

Por todo lo anterior, los beneficios en términos de eficiencia (producir mejor y más con menos), sociales (en particular el desarrollo de conocimiento y el fortalecimiento del capital social), ambientales y climáticos, se complementan para impulsar una mayor resiliencia de los productores ante futuras amenazas.

¿Qué experiencias de transformación de la agricultura existen en América Latina y el Caribe?

A la fecha son múltiples las experiencias de transformación en los distintos ámbitos de la agricultura en América Latina y el Caribe. En este documento, FAO seleccionó siete trayectorias exitosas y replicables en diversos territorios, para resolver problemáticas importantes para la región.

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La adopción de Buenas Prácticas Ganaderas permitió aumentar los rendimientos y los ingresos de los productores.

En el proyecto de ganadería climáticamente inteligente en Ecuador, la adopción de buenas prácticas ganaderas, con apoyo del Fondo para el Medio Ambiente Mundial y de los sectores público y privado, permitió aumentar los rendimientos y los ingresos de los productores, a la vez que redujo las emisiones de gases de efecto invernadero y mejoró el estado de los suelos y la biodiversidad.

Más de 1000 campesinos de más de 800 fincas, incrementaron la producción de leche, aumentaron en 40% los ingresos, mejoraron la calidad de los suelos en más de 40 mil hectáreas, y disminuyeron en 20% las emisiones, reduciendo las emisiones totales de gases de efecto invernadero en más de 24 mil toneladas.

En la iniciativa de Energías limpias y eficiencia energética en la agroindustria en México, el aumento de la eficiencia energética y el uso de residuos para la generación de bio-energía, fortaleció la unidad productiva, las condiciones laborales y de salud de los trabajadores y ha ayudado a sostener el desarrollo de un sector privado de servicios y tecnología energética sostenible adaptada al agro.

Cerca de 2000 agronegocios concretaron proyectos de inversión en tecnologías e interconexión a la red de transmisión eléctrica. Se redujeron las emisiones netas de GEI en aproximadamente 6 millones de toneladas de CO2 eq, y se produjeron 221.624 megavatios hora (MWh) de energía a partir de biomasa.

En el proyecto de manejo forestal comunitario en Guatemala y Colombia, la conservación, y gestión sostenible del bosque ayudaron a impulsar el desarrollo sostenible de las comunidades forestales, generando empleo, ahorro, creación de valor agregado e inversión en desarrollo social y productivo.

En Guatemala, se entregaron concesiones de 350 mil hectáreas a más de 1.200 familias, generando ingresos por 5 millones de dólares anuales -o 3.810 dólares por familia beneficiaria-, creando 2.000 empleos permanentes, ahorro, valor agregado y un mayor desarrollo social y productivo.

La beneficiosa experiencia en Guatemala fue una de las referencias para el desarrollo del Programa de Forestería Comunitaria de Colombia, que ha beneficiado a 15 comunidades y dos asociaciones de productores comunitarios, que reúnen aproximadamente a mil participantes. La fase piloto abarcó más de 7.700 hectáreas de bosque, y actualmente hay más de 61 mil hectáreas potenciales para expansión.

En la iniciativa de gestión ambientalmente adecuada de plaguicidas en Uruguay, la introducción y adaptación local de tecnología, asociada a la participación de actores y agricultores jóvenes, facilitó el desarrollo de alternativas a los plaguicidas efectivas tanto en términos técnicos, económicos y ambientales.

Se logró reducir hasta en un 70% el uso de herbicidas en un ciclo de producción , sin que eso afectara el rendimiento. Esto supuso un ahorro de hasta 40 dólares por hectárea respecto a los métodos habituales, de acuerdo a las tarifas de aplicación y el precio de los productos. El proyecto realizó capacitaciones a más de 2.000 técnicos y productores.

En el proyecto de gestión sostenible de la captura incidental en pesquerías de arrastre en el Caribe y Brasil, el uso de tecnologías innovadoras para la pesca, diseñadas en conjunto con las comunidades, redujo la cantidad de capturas incidentales, cuidando la biodiversidad y reduciendo los costos de producción, además de mejorar las condiciones laborales de los pescadores.

Analizando los casos de Brasil, Surinam y de Trinidad y Tobago, se concluyó que las nuevas prácticas pesqueras (desarrollo de redes de pesca adaptadas), redujeron la captura incidental entre un 25 y 36%, sin afectar la de especies objetivo (generalmente camarón), y llevaron a reducir el uso de combustible en un 36% y por lo tanto los costos y las emisiones de efecto invernadero asociadas a esta actividad.

En los acuerdos de Producción Limpia en Chile, el desarrollo de alianzas voluntarias público-privadas, negociadas con los actores de la cadena de valor y del territorio, generaron beneficios para todos, desbloqueando cuellos de botella y traduciéndose en mayor eficiencia, sostenibilidad y resiliencia productiva.

En el análisis de los casos implementados en la zona sur y costera de la región de El Maule, 340 productores de agricultura familiar campesina registraron en promedio resultados económicos un 15% mejores que en la temporada anterior, gracias a una mayor eficiencia productiva, y a la posibilidad de acceder a nuevos mercados

Finalmente, en la experiencia de las Mesas Técnicas Agroclimáticas en Colombia, el desarrollo de mecanismos participativos en torno a información agroclimática, le permitieron al productor tomar mejores decisiones y reducir su riesgo climático, mediante el acceso a recomendaciones oportunas, relevantes y adaptadas a su contexto.

Con apoyo del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural y la FAO, entre 2017 y 2018 se pudo escalar la iniciativa a ocho MTA, dando cobertura a 36 diferentes cultivos y llegando a 631 mil productores de Córdoba, La Guajira, Cesar, Sucre, Santander, Caldas, Tolima, Cauca y Nariño.

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