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Bogotá. La ley colombiana parece odiar a las personas que producen la mayoría de empleos del país… Y aunque las razones tienen sentido, afectan desproporcionadamente a las personas incorrectas.

Pero comencemos desde el inicio. Todos podemos estar de acuerdo con que el abuso laboral al trabajador de parte de su empleador no está bien. Y todos podemos estar de acuerdo con que un empleado tiene derecho a un trabajo digno, remunerado adecuadamente, y a un trato justo.

Sobre estos conceptos, estas ideas, fueron establecidas las leyes laborales que están actualmente en vigencia en Colombia. La relación empleador-trabajador es una en la que usualmente la mayoría del poder se inclina hacia el lado del empleador, ya que es este el que tiene una gran empresa, un mercado, una marca, y capital. Y este desbalance de poder permite que el empleador se aproveche del trabajador en muchas ocasiones… Así que el Estado (bajo presión de sindicatos y uniones) implementó leyes para prevenirlo.

Así que todo bien, ¿no?

Bueno, hay un par de problemas.

Primero, estas leyes aplican por igual a cualquier pequeño empresario, que, aunque contrate a dos personas, es el que más riesgo asume con su dinero, y a menudo no tiene el capital, la marca y el mercado de una empresa gigante. Pero bajo el ojo del Estado, si es empresario, tiene que ser un desgraciado… Así que no queda más que proteger a sus pobres y vulnerables empleados.

“Ah, ¿uno de sus empleados estuvo bajo contrato un mes, no produjo absolutamente nada, y después de ser echado volvió con una demanda por 50 millones de pesos porque su liquidación no cuadraba por 30.000 pesos? Una lástima, pero el desgraciado del empresario tendrá que ver que hace… Este es el estado actual de las leyes colombianas”, comenta Jairo Pinilla, gerente general de Performia Colombia.

Y el segundo problema es que en las últimas décadas se han eliminado las pocas leyes que había que le daban al empleado cualquier responsabilidad sobre lo que hacía. De manera que un empleado malicioso puede meter “accidentalmente” una varilla en el motor de una máquina, y el empresario no puede hacer prácticamente nada excepto despedir al empleado. Y si hay suerte, tal vez pueda ahorrarse el pago de la liquidación.

Y el tercer problema es que el Estado insiste en implementar medidas exageradas de protección al empleado que terminan haciéndole mucho más daño que bien.

Un ejemplo triste de esto es la caritativa ley que no permite a un empleador despedir a alguien que esté a menos de tres años de pensionarse. ¿Qué efecto causa esto? Que ahora, si has trabajado toda tu vida, pero tu empresa quiebra y te quedan menos de tres años para completar tu pensión, ¡buena suerte buscando a alguien que te emplee! ¿Quién tomaría el riesgo de contratar a alguien que no podrá despedir si no satisface los estándares de productividad de la empresa?

Seguro, en teoría se puede despedir a una de estas personas si hay una “justa causa” … Pero demostrar “justa causa” es tan complicado que mientras el empleado no sea un criminal o un vago descarado, será prácticamente “indespedible”.

“Hace poco salió a la luz una propuesta para asegurar a las mujeres descanso remunerado cada 28 días, cuando estén en sus días. ¿El resultado que esto tendrá? ¡El empleo femenino se desplomará! Y luego, clamando ¡machismo!, el Estado obligará a las empresas a contratar mínimo un 50% de mujeres o pena de multa, o alguna insensatez por el estilo. Es un círculo vicioso sin fin”, añadió Pinilla.

Con bastantes pocas excepciones, donde el Estado mete las narices, no puede hacer mucho más que leyes que ignoran las particularidades individuales de cada ser humano, y que nos meten en clasificaciones ilógicas y generalizadas.

Como empresarios, hay manera de evitar ser arrastrado por estas leyes. Pero para ello tenemos que informarnos muy bien sobre ellas, y protegernos muy bien. Y como empleados, podemos ser conscientes de las increíbles ventajas que tenemos, y de la seguridad y beneficios que disfrutamos, y asegurarnos de agradecer con valor y producción a las personas que nos las brindan (por supuesto, sin que esto justifique ningún abuso).

Pero, sobre todo, como personas, no deberíamos olvidar que nada de esto es culpa del empleado ni del empleador, ni de ningún individuo de buena fe que solo intenta sacar su familia adelante, traer un producto novedoso al mercado, entregar un servicio con la mejor calidad, o forjarse una carrera en el medio.

“Hay buenas personas en todas las profesiones y áreas de la vida, y usualmente son la gran mayoría. No las confundamos con los que les dan la mala fama”, concluyó Pinilla.

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