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Redacción. Reducir residuos, producir energía, y al mismo tiempo pavimentar vías con materiales reciclados ya es una realidad en San Andrés. Investigadores transformaron las escorias de una planta de incineración en adoquines, bloques y mobiliario urbano, reduciendo hasta en un 80 % los costos de materiales y fortaleciendo la autosuficiencia constructiva del Archipiélago.

La isla de San Andrés enfrenta grandes desafíos ambientales y logísticos: todos sus materiales de construcción deben ser importados, y el manejo de los residuos sólidos urbanos es limitado por su condición insular. El relleno sanitario Magic Garden, que funciona como sitio de disposición final desde hace más de 30 años, ha recibido cerca de 500.000 toneladas de desechos, según estimaciones basadas en la población fija y flotante (turistas) del Archipiélago.

La etapa actual del relleno (zona 5) llegó a su capacidad máxima en octubre de 2019, pero continúa operando, lo que representa un riesgo latente para la población y para el frágil ecosistema de la Reserva de la Biósfera Seaflower.

En la búsqueda de soluciones para disminuir el alto volumen de residuos y diversificar la matriz energética insular —actualmente 100 % dependiente del diésel—, en 2013 se construyó la planta de generación eléctrica a partir de residuos sólidos urbanos (Planta RSU). Esta procesa entre 50 y 80 toneladas diarias de basura preprocesada, pero también genera entre 8 y 10 toneladas diarias de remanentes de combustión, entre ellas escorias, cenizas y sales cálcicas, cuyo manejo técnico y ambiental no había sido claramente establecido.

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