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San José, Costa Rica. Productora de cacao y destacada defensora de los derechos de las mujeres del campo, la colombiana Liliana Jiménez Molina fue declarada como ‘Líder de la Ruralidad de las Américas’ por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) en virtud de su trabajo por los derechos de las mujeres rurales, la jerarquización de la actividad agropecuaria y la mejora de la calidad de vida en los territorios rurales.

El anuncio fue hecho por el Director General del IICA, Manuel Otero, en la ceremonia con la que el organismo especializado en desarrollo agropecuario y rural conmemoró el Día Internacional de las Mujeres Rurales con la realización del foro ‘Prioridades de la agenda de género’, y coincidió con el nombramiento de Jiménez Molina como Delegada de la Plataforma de Mujeres Rurales del IICA, lanzada recientemente por el Instituto.

Dejando huella

Con la declaración de Liliana Jiménez Molina como ‘Líder de la Ruralidad de las Américas’, el IICA otorgará a la productora colombiana el premio ‘El Alma de la Ruralidad’, parte de una iniciativa del organismo para reconocer a hombres y mujeres que dejan huella y hacen la diferencia en el campo.

Además de recibir el premio anotado, los Líderes de la Ruralidad destacados por el IICA son invitados a participar de diversas instancias asesoras del organismo especializado en desarrollo agropecuario y rural.

“Se trata de un reconocimiento para quienes cumplen un doble papel irremplazable: ser garantes de la seguridad alimentaria y nutricional y al mismo tiempo guardianes de la biodiversidad del planeta a través de la producción en cualquier circunstancia. El reconocimiento, además, tiene la función de destacar la capacidad de impulsar ejemplos positivos para las zonas rurales de la región”, dijo Manuel Otero.

En el marco del programa Líderes de la Ruralidad, el IICA trabaja para que el reconocimiento facilite vinculaciones con organismos oficiales, de la sociedad civil y del sector privado para la obtención de apoyo para sus causas.

De la ciudad al campo

Hace ya una década, Liliana Jiménez y su familia decidieron que querían cambiar la vida urbana y radicarse en el campo. Ella no conocía prácticamente nada de la ruralidad. De hecho, se había criado en la ciudad de Medellín y luego se había mudado a Bogotá, donde trabajaba como consultora de comunicación para empresas.

Sin embargo, un inconveniente de salud de su esposo, a quien los médicos le recomendaron cambiar de estilo de vida, los empujó a dar el paso y a instalarse en una pequeña finca en Nilo, municipio del departamento de Cundinamarca, a 150 kilómetros de Bogotá.

Desde entonces, Liliana se dedicó al cultivo de cacao orgánico y ha recorrido un largo camino. Hoy preside la Junta Directiva de una asociación de pequeños productores, Prosoagro, y desde 2016 tiene el título de María del Campo, que personifica a la cacaocultura colombiana en el mundo y reconoce el papel de las mujeres.

“Mucha gente –recuerda- pensó que estábamos locos cuando tomamos la decisión de irnos al campo. Nosotros lo hicimos con plena conciencia de que queríamos cultivar cacao con enfoque orgánico, porque nuestra familia tiene mucha preocupación por el tema ambiental. Eso nos corre por las venas a todos. De todas maneras, evidentemente una cosa es el sueño romántico de vivir en el campo, cerca de la naturaleza, y otra cosa es hacerlo como mujer”.

Muchos obstáculos

Liliana cuenta que muy rápido empezó a vivir en carne propia los obstáculos que enfrentan las mujeres para desarrollarse en las zonas rurales y entonces supo que quería entender las razones de esa realidad, para poder combatirla: “Quise saber por qué las mujeres tenían menos acceso a la salud, a la educación y, en general, a las oportunidades. En las zonas rurales, las asociaciones son de los hombres, las mujeres participan poco y no hay enfoque de género”.

Fue un proyecto financiado por la agencia de cooperación internacional de Canadá, a partir de 2014, que formó 120 lideresas de cinco departamentos de Colombia, el que ayudó a Liliana a entender la profundidad de la discriminación a las mujeres rurales, que enfrentan barreras para acceder a la propiedad de la tierra y a créditos, cargan con el peso de las tareas del hogar y muchas veces son víctimas de violencia doméstica.

Destaca, además, que el trabajo del IICA “ha sido muy importante en los últimos años para poner en la agenda las cosas que le pasan a las mujeres rurales. La igualdad de oportunidades no existe. Las mujeres no están organizadas, no saben que tienen derechos y su rol en el hogar las absorbe tanto, a veces, que no están en condiciones de generar proyectos afuera. Se ha dicho mucho y existen muchas leyes, pero es hora de tomar decisiones para cerrar las brechas que existen en la ruralidad en perjuicio de las mujeres”.

Liliana cuenta que, en los últimos años, a partir de los acuerdos de paz entre el Estado y la guerrilla, muchos colombianos empezaron a ver a las zonas rurales como espacios de oportunidades.

“La gente –explica- empezó a regresar al campo. De hecho, en el cultivo del cacao hay muchos neocampesinos, que son personas que dejaron las ciudades. Yo recorro muchas ferias y siempre encuentro gente que dice que su sueño es vivir en el campo y pregunta cómo se cultiva cacao. Creo que los colombianos empiezan a entender que valorar el campo y las familias campesinas es fundamental para generar futuro y, en ese sentido, es clave que generemos oportunidades para que las mujeres y los jóvenes pueden convertirse en emprendedores”.

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