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Foto: Rodrigo Gil, Facultad de Ciencias Agrarias de la Unal

Bogotá. La agricultura protegida, sistema que aísla los cultivos del clima extremo mediante invernaderos, casas malla o cubiertas, avanza con fuerza en Colombia. En la XXV Agroexpo, expertos de la Universidad Nacional de Colombia (Unal) destacaron que este modelo ya se implementa en más de 25.000 hectáreas del país, y que puede triplicar —o incluso cuadruplicar— la producción; por ejemplo, en tomate permite pasar de 40 a más de 150 toneladas por hectárea.

Inicialmente asociada con flores de corte como rosas, claveles, crisantemos y astromelias, o con plantas vivas en macetas como orquídeas, bromelias, helechos y suculentas, la agricultura protegida ha ampliado su alcance en los últimos 30 años hacia cultivos de alimentos, especialmente frutas y hortalizas, en distintas regiones del país. Esto obedece a que el sistema permite reducir el consumo de agua hasta en un 50 % o más, y duplicar, e incluso triplicar, la producción por metro cuadrado frente a la agricultura a campo abierto, es decir la convencional, en donde las plantas están completamente expuestas al ambiente, como ocurre con el café, la caña, la palma o la papa.

Aunque el tomate ha sido uno de los grandes protagonistas de este modelo, en los últimos años se ha extendido a otras hortalizas como lechuga, espinaca, acelga, pepino cohombro, rúgula y pimentón. En frutales sobresalen las pasifloras, en especial la gulupa, junto con la fresa, y más recientemente el arándano. También se cultivan plantas aromáticas y medicinales que abastecen tanto el mercado interno como los nichos de exportación.

Alternativa para pequeños y medianos productores

Además de sus beneficios técnicos y productivos, la agricultura protegida representa una alternativa para que pequeños y medianos productores mejoren sus ingresos y se adapten al cambio y la variabilidad climática, especialmente en zonas con oferta hídrica limitada o en donde las lluvias y las heladas afectan los ciclos productivos. Se trata de un sistema que se desarrolla bajo cubiertas como invernaderos, casas malla o estructuras diseñadas para proteger los cultivos de condiciones climáticas adversas y plagas, al tiempo que permite controlar, al menos parcialmente, la temperatura y la humedad relativa.

Así lo explicó en Agroexpo 2025 el profesor Rodrigo Gil Castañeda, de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), durante la conferencia “Agricultura protegida en el país: del cultivo de ornamentales a la producción de frutas y hortalizas”, en la que se destacaron los beneficios de este modelo en cada vez más regiones del país, con resultados prometedores.

Según detalló el docente, en municipios como Villa de Leyva y zonas cercanas como Sutamarchán, Tinjacá, Sáchica y Santa Sofía (Boyacá) se registran altos rendimientos en el cultivo de tomate bajo invernadero, con una rotación cada vez más común hacia pepino cohombro y pimentón. “Allí, con los invernaderos se ha logrado incrementar la temperatura nocturna que limita la producción a campo abierto, y proteger las plantas del impacto directo del agua o de la humedad excesiva sobre el follaje durante las épocas de lluvia”.

De forma similar, en Fómeque (Sabana de Bogotá), las lluvias frecuentes representan un desafío para el follaje, lo que ha llevado al uso extendido de invernaderos para reducir los problemas sanitarios asociados con enfermedades fúngicas, y así ser más productivos.

En el municipio antioqueño de Urrao este modelo se ha implementado en cultivos de frutales como las pasifloras, mediante estructuras llamadas “semitechos”, una estrategia que ha permitido minimizar enfermedades y reducir el riesgo de daños por granizadas. Entre tanto, Málaga (Santander) se perfila como una zona emergente ideal para el cultivo bajo cubierta, gracias a su clima favorable y a la cercanía con mercados estratégicos como el venezolano.

De las plantas ornamentales a los alimentos

El profesor Gil explicó que, aunque las flores de corte siguen siendo el referente más reconocido, con unas 10.000 hectáreas en la Sabana de Bogotá y el Oriente antioqueño, también se cultivan cerca de 2.000 hectáreas dedicadas al viverismo, que incluye orquídeas, suculentas y bromelias; unas 7.000 hectáreas de tomate bajo invernadero, y un área aún indeterminada, de frutales como las pasifloras. En total, estima que en el país 25.000 hectáreas están hoy bajo cubierta.

Contrario a lo que muchos creen, este modelo no se limita a invernaderos. Según el docente, “la agricultura protegida puede ser un acolchado plástico, una malla antiinsectos o un semitecho que evita que la lluvia humedezca el follaje. Además, su implementación permite reducir la aplicación de plaguicidas y extender la vida útil de los cultivos”.

No obstante, el académico advierte sobre la necesidad de evaluar los costos ambientales de este tipo de infraestructuras, desde el uso de materiales como plástico, madera y metal, hasta el consumo energético que implican.

Aula viva en la Unal

Desde la Facultad de Ciencias Agrarias de la Sede Bogotá, el profesor Gil busca impulsar este modelo, aunque asegura que “la producción bajo cubierta crece, se diversifica, y los agricultores no están esperando a la Universidad para resolver sus problemas, lo están haciendo solos, y lo mínimo que podemos hacer desde la academia es observar, investigar y acompañar”.

Un ejemplo concreto en la Unal es el uso de invernaderos para producir el tomate servido en los almuerzos universitarios a través del operador. “No solo es un aula viva para los estudiantes de las clases de ‘Producción de hortalizas’ y ‘Horticultura en ambientes protegidos’, sino que además alimenta a nuestra comunidad”, concluyó.

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