El potencial oculto de la yuca en Colombia
Bogotá. La yuca es un cultivo ancestral, parte fundamental de la dieta en muchas regiones y uno de los productos agrícolas más importantes del país. Se siembra en casi todos los departamentos, ocupa más de 180.000 hectáreas y genera más de 2 millones de toneladas al año. Sin embargo, a pesar de su relevancia y de la creciente demanda por sus derivados industriales, sigue siendo un cultivo con bajo rendimiento, poco competitivo y atrapado en prácticas tradicionales que limitan su potencial.
El ingeniero químico Eduardo Rodríguez Sandoval, profesor de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia (Unal) sede Medellín, explica que “mientras Colombia obtiene un rendimiento promedio de 11 toneladas por hectárea, países como Tailandia y Paraguay alcanzan entre 18 y 22 gracias a la mecanización, el uso de semillas certificadas y los contratos estables con la industria”.
“La experiencia de estos países demuestra que la yuca se puede convertir en un motor económico si se moderniza con tecnología, biorrefinerías y planificación agroindustrial”.
Barreras estructurales
Según el experto, “el 94 % de la yuca producida en Colombia se destina a consumo humano directo y solo el 6 % se industrializa. La transformación en almidones, harinas, bioplásticos o biocombustibles sigue siendo marginal, a pesar de la creciente demanda interna. Incluso se importa almidón para suplir la necesidad de sectores como el alimentario, el papelero y el textil”.
“La falta de mecanización es uno de los principales obstáculos: el 85 % de los productores son pequeños agricultores con parcelas de menos de 10 hectáreas, que dependen del trabajo manual para labores como siembra, manejo y cosecha. Esto encarece los costos y reduce la eficiencia”.
El investigador también señala que la calidad del material de siembra es deficiente, ya que muchos productores utilizan estacas no certificadas, con bajo rendimiento y alta susceptibilidad a plagas. Aunque la yuca resiste mejor la sequía que otros cultivos, su productividad y calidad aumentan con sistemas de riego, que en Colombia son muy escasos.
La dispersión de los cultivos y la poca organización de los productores agravan la situación. “La falta de cultura empresarial dificulta que los agricultores negocien mejores precios o accedan a créditos y tecnología”, subraya el docente Rodríguez.
Otro problema es la perecibilidad: la yuca fresca se debe procesar en menos de 48 horas después de la cosecha. La ausencia de plantas de procesamiento cercanas a las zonas de cultivo genera pérdidas poscosecha considerables.
Inestabilidad y falta de relevo generacional
Según el profesor Rodríguez, la producción estacional también afecta la competitividad. Muchos agricultores siembran y cosechan en las mismas épocas, lo que genera picos de oferta y periodos de escasez que desestabilizan el mercado y los precios. A esto se suma el envejecimiento de la población dedicada al cultivo y el poco relevo generacional, factores que amenazan la sostenibilidad de la actividad.
Para superar estas limitaciones, el investigador propone una estrategia integral. Entre las medidas menciona los contratos de venta anticipada, que ofrecen seguridad al productor y a la industria; el acceso a maquinaria, semillas certificadas y sistemas de riego; la consolidación de cultivos más extensos mediante asociaciones o reconversión de tierras ganaderas; y el fortalecimiento de la cultura empresarial, con registros y organización colectiva.
El profesor Rodríguez enfatiza en que ningún esfuerzo será suficiente sin el apoyo del Estado. Se requieren políticas públicas que incentiven la tecnificación, como subsidios para maquinaria y semillas, seguros agrícolas, créditos asequibles, programas de capacitación y estímulos para la organización de los productores. “La experiencia internacional demuestra que sin intervención pública la industrialización recae sobre los más vulnerables, poniendo en riesgo su éxito”, advierte.
Una apuesta de futuro
Según el docente, Colombia tiene todo para convertirse en líder regional en la producción e industrialización de yuca. La falta de tecnificación, la escasa inversión en infraestructura y la desorganización de la cadena productiva han limitado su potencial, pero si el país logra superar estos obstáculos, este cultivo podría generar empleo, dinamizar el campo y posicionar la yuca como producto estratégico en los mercados globales.
“El camino no es fácil, pero los ejemplos de Tailandia, Brasil y Paraguay demuestran que, con tecnología, planificación y políticas claras, la yuca puede ser mucho más que un cultivo de subsistencia: puede convertirse en una apuesta agroindustrial para el futuro de Colombia”, concluye.