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Bogotá. Aunque es bien conocido que las mipymes que operan en Colombia representan casi el 99% del tejido empresarial y que son las responsables de generar cerca de un 80% del empleo en el país (formal e informal), de cara al Día Internacional que las Naciones Unidas conmemora cada 27 de junio para reconocer la contribución de las microempresas al desarrollo sostenible y concientizar sobre su importancia económica, resulta clave revisar la importancia de acompañarlas con modelos de financiación asertivos para aumentar su inclusión, fortalecimiento y aporte en el crecimiento de los territorios.

Como lo ha señalado la más reciente Gran Encuesta a las Mipymes, de la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (Anif), el 16% de las microempresas solicitaron un crédito formal. Así mismo, de acuerdo con el más reciente Reporte de Inclusión Financiera, de Banca de las Oportunidades y la Superintendencia Financiera de Colombia, el 50,5% de los adultos accede a un crédito formal: el 5,7% tiene un microcrédito, destinando principalmente a financiar los pequeños negocios.

En este contexto, Bancamía, entidad de la Fundación Microfinanzas Bbva, ha concentrado sus esfuerzos para acompañar y construir relaciones de confianza con los microempresarios vulnerables del país para que accedan no solo a diferentes opciones de financiamiento formal, sino a herramientas de valor como educación financiera, y elementos de alfabetización digital, para superar barreras como la autoexclusión, desconocimiento de productos financieros y, además, que permitan fortalecer sus empresas urbanas y rurales.

Bancamía, con su oferta de crédito, atiende a más de 186.000 microempresarios en los 32 departamentos del país. De este total, un 56% son mujeres, el 42% vive en zonas rurales, el 78% es vulnerable económicamente y un 37 % solo cuenta con educación primaria a lo sumo. En lo corrido del año, el banco ha desembolsado más de $737.200 millones en microcréditos, un 36% más que en el mismo periodo de 2024.

Actualmente, los productos que se fabrican en la empresa de Luisa son comercializados no solo en la concurrida zona del barrio Restrepo, sino en otros barrios de Bogotá localizados en la zona céntrica.

“En Bancamía hemos aprendido a poner en manos de los microempresarios productos que verdaderamente respondan a sus necesidades, con modelos híbridos que combinan la atención en oficinas, corresponsales y asesores en campo con todo un modelo digital en el que trabajamos en recoger información de forma online y offline en zonas rurales. Ya hacemos visitas virtuales y tenemos créditos por medios digitales con garantías del Fondo Nacional de Garantías para la gestión de estos de manera más ágil y oportuna, porque el objetivo es no dejar a nadie por fuera”, explicó la presidenta ejecutiva de Bancamía, Viviana Araque Mendoza.

De esta forma, los microempresarios hoy cuentan con una oferta amplia de microcréditos dirigidos a inversión y capital de trabajo para negocios en el campo o la ciudad, que pueden financiar diferentes actividades comerciales, agropecuarias, de servicios y transformación. Bancamía también ofrece tres líneas de créditos verdes en condiciones especiales de tasa para acompañar la adaptación de los microempresarios al cambio climático, mejorar su acceso al agua y saneamiento, así como implementar herramientas para el ahorro de energía.

Inclusión para avanzar hacia el fortalecimiento empresarial 

Lo más importante en estos procesos de inclusión financiera es lograr el crecimiento de un negocio que sea capaz de generar ingresos, ahorros y llegar hasta la generación de empleo. Y esto es lo que, precisamente, le ha pasado a Luisa Zapata, una modista de 30 años (nacida en Medellín) y madre de dos niños, quien creó junto a su esposo su propia marca de confecciones, Emluja, tras superar una infancia difícil y años de trabajo informal.

Al inicio, Luisa dependía de préstamos ‘gota a gota’ con tasas elevadas que afectaban su negocio. Pero su rumbo cambió cuando accedió a un microcrédito formal con Bancamía, bajo la línea de Economía Popular. Este primer préstamo le permitió invertir en maquinaria e incrementar la producción de prendas como chaquetas en nylon, algodón, supernylon, entre otros materiales. Luego, un segundo crédito le dio la oportunidad de fortalecer su negocio y el proceso de corte para elaborar prendas funcionales, con el fin de llevar este material a unidades satélites cercanas, que dan trabajo a madres cabeza de familia.

“Confiaron en mí cuando nadie más lo hizo. Hoy tengo una empresa, empleo a otras mujeres y sigo soñando en grande”, cuenta Luisa, quien ahora produce hasta 400 chaquetas por semana en su taller del barrio Restrepo, de Bogotá.

Actualmente, los productos que se fabrican en la empresa de Luisa son comercializados no solo en la concurrida zona del barrio Restrepo, sino en otros barrios de Bogotá localizados en la zona céntrica.

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