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ExSecretario de Cultura de Buenavista. Gestor cultural.

Por Óscar Melendres Garcés
Existe un lenguaje con presencia mundial que tiende lazos para la unificación de pueblos, ciudades y países. Es un lenguaje que acerca y que no tiene límites, barreras, banderas o discriminaciones. Ese lenguaje es el de la música, tan universal como pocas cosas existen en la vida.
Transitar las calles de Buenavista es una de las actividades que más me disfruto, siempre lo he dicho. Es la posibilidad que me brinda la vida de saludar a cada uno de los paisanos que me encuentro en estas rutas y la oportunidad de estrechar la mano amiga y ver la sonrisa franca de niños, hombres y mujeres que, junto a mi, hemos tenido la posibilidad de coincidir en este pedazo de suelo que se consolida como la Ventana Cultural del San Jorge.

La cotidianidad de este recorrido durante toda la vida, me ha dado la posibilidad de entender la dinámica social que nos mueve a la práctica de manifestaciones culturales y la cimentación estructural que esta proporciona al buenavistero y específicamente a quienes se han dedicado a la práctica de la manifestación artística de la música.

Recientemente tuve nuevamente la satisfacción de emprender un proceso de circulación artística que incluyó un grupo musical. Esta vez el género musical que representaba al municipio de Buenavista era el de la Música tradicional del caribe colombiano. Algunos le llaman Música folclórica.

Una camada de jóvenes asumía la tarea de llevar en sus notas musicales la idiosincrasia de los habitantes de esta tierra. Emprender la ruta de un proceso de circulación artística siempre será satisfactorio.

En esta ocasión lo hicimos con la convicción de que nuestros artistas del área de la música darían lo mejor de sí para entregar en sus repertorios no solamente su presencia en cada escenario, sino que en cada nota interpretada proporcionarían al público una pincelada perfecta de lo que somos; esa amalgama perfecta entre indígenas y negros africanos.

Bastaba solamente con mirar a los ojos a cada uno de los integrantes de este puñado de chicos para comprender la emoción que los movía a interpretar las notas musicales con las que enarbolarían las banderas de un pueblo al que representaban.

Brotaba en esas notas el sentimiento por la belleza de Belén, por la majestuosidad de nuestras ciénagas del Arcial, Las Marías y Los Zambos, por la resiliencia de Mejor Esquina, por la laboriosidad de los hombres y mujeres de Villa Fátima.

Por el emprendimiento de Nueva Estación, por la enigmática historia de Tierra Santa, por la paciencia de los habitantes del Viajano, por la resistencia de Puerto Córdoba, por la paz que se respira en El Paraíso y por cada uno de los más de 21 mil habitantes de esta tierra que José Rojas fundó.

Vivenciar esta experiencia, el hacer parte de esta historia me deja mucho más convencido de que esta tierra nuestra cuenta con una generación llena de talentos que merece que oportunidades como esta se repitan y se amplíen a mayor número de chicos.

Ellos nos retribuirán con repertorios interpretados en grandes ciudades, en grandes escenarios y con la certeza de poder afirmar que en Buenavista tenemos Música para todos.

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