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ExSecretario de Cultura de Buenavista. Gestor cultural.

Por Óscar Melendres Garcés.
Seguramente ninguno de los amigos de la pareja tomó en serio el juramento de amor para siempre que en alguna noche, del siglo pasado, le hiciera Eduardo Olaya a su amada Ana Genes.

Una pareja que eternizó sus amoríos y de la cual nacieron más de veinte hijos, según narran sus propios descendientes.

La vereda Las Camelias fue testigo de la manera cómo esta pareja pudo conservar, por más de 63 años de matrimonio, un amor consagrado en base a la verdad, a la lealtad, al respeto mutuo y sobre todo a la fidelidad de ambos.

Eduardo era un hombre con carácter, como la gran mayoría de los hombres del campo; trabajador, como las personas de su época; con mucha inteligencia, como buen sabanero, pese a sus 103 años de edad conservaba la coherencia, como pocos, y la jocosidad siempre la tuvo a flor de piel.

Por su parte, Ana, se convirtió en la compañera de toda una vida, en el soporte femenino que necesita todo hogar, dedicada a las otras labores del campo, esas que poco atienden los hombres porque no alcanza el tiempo o sencillamente porque, según algunos, son oficios para mujeres.

Siempre tuvieron la convicción de que la vida en el campo es más llevadera. Allí, según era su creencia, se sufre menos, se respira aire puro, se vive en paz y nunca falta la comida.

Razones poderosas que los convirtieron en personas de campo, que salían a la zona urbana solamente si la ocasión lo ameritaba. Generalmente, para ellos la ocasión resultaba ser una fiesta en corralejas, un fandango o un domingo de elecciones.

El miércoles 18 de agosto de 2021 el ambiente se vistió distinto y en el entorno se presagiaba la llegada de una nefasta noticia. Lo que nadie alcanzó a advertir es que ese día el amor de Eduardo y Ana mutaría a la eternidad.

La primera en atender el llamado de Dios fue Ana, horas más tarde Eduardo atendía al llamado del Creador, dándole cumplimiento a la promesa que había hecho de amarla a ella no solo en esta vida sino mucho más allá de ella…hasta donde ella fuera él la iba a seguir acompañando.

El amor que había iniciado un poco después del Bogotazo, que había superado la violencia partidista de mitad de siglo pasado, que había estado por encima de las luchas guerrilleras, que había existido para el nacimiento de la televisión en Colombia y que muy seguramente escuchó la noticia de la llegada del hombre a la luna seguirá incólume ante los ojos de Dios.

Parece una historia del realismo mágico de ese Macondo que vive la gente Caribe y al que el maestro Juan Gossaín ha denominado realidad mágica. No importa ahora en qué concepto podamos ubicar el hecho. Lo único cierto es que Eduardo y Ana nos dejan un mensaje de canción de los noventa. “…Amores como el nuestro quedan ya muy pocos…”

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3 COMENTARIOS

  1. Conmovedora historia…felicitaciones Oscar, tal parece de telenovela y como dice la canción: amores como ese cada día quedan menos…Dios los tenga 4n su gloria juntos y con el mismo amor que se profesaron en la tierra…ni siquiera la muerte pudo separarlos.

  2. Excelente historia de amor, sigue adelante amigo y que Dios te bendiga

  3. Es un excelente texto me gusto esa gran historia de amor felicidades papa oscar Melendres

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